Bolsa de Comercio de Rosario, Bolsa de Comercio de Buenos Aires,
Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, Bs As, 1ra edición 2010 facsimilar
de la obra editada en 1705 en Nuestra Señora de Loreto,
misión jesuítica situada en el municipio de Candelaria, en la provincia de
Misiones, fundada en el año 1610, 28x19.7, 648 pp. Tapa dura de tela editorial
con dorados en tapa y lomo con sobrecubierta, papel ilustración de 120 gramos, cinta
punto de lectura, ejemplar sin uso, excelente estado. Ilustrado. Contiene CD
conteniendo la digitalización de la edición en español hecha en Amberes en 1684
por el impresor Gerónymo Verdussen e ilustrada por el grabador Gaspar Bouttats.
“De la diferencia entre lo temporal y lo eterno”, primer libro impreso
en continente americano, fue escrita por el S.J. Juan Eusebio Nieremberg, el
más prolífico escritor español del siglo XVII. Fue muy leída y respetada por
sus pares, que vieron en la misma un instrumento pastoral de suma importancia
para la instrucción religiosa de los guaraníes. Este propósito llevó a los
misioneros a luchar durante años para la obtención de una imprenta y un hermano
impresor, con el fin de obtener el material bibliográfico destinado a la
población nativa, que en ese momento era calculada en cien mil personas, la
mayoría analfabetas. Mientras tanto, los misioneros entrenaron a los indígenas
para la copia en tinta de ejemplares europeos.
Fracasados los intentos de obtener la deseada imprenta, en gestiones
iniciadas en 1630 por el S.J. Juan Bautista Ferrufino, los S.J, el austríaco
Juan Bautista Neumann (1658-1704) y el español padre José Serrano (1634-1713),
en medio de la selva hostil y con pocos recursos, hacen surgir el primer
tórculo enteramente americano. Emplearon maderas de la selva, fabricaron los
tipos móviles con estaño y plomo y elaboraron la tinta con elementos naturales.
Sólo obtuvieron de Europa el papel, trámite que hace fracasar varios años
después esta colosal empresa.
A este libro, escrito en dos columnas, era necesario traducirlo al
guaraní, lengua ágrafa en su origen. Encomiable labor, comenzada en 1696 y en
la que empleó cuatro años el padre José Serrano. Ya sus caracteres habían sido
dibujados por el franciscano Fray Luis de Bolaños, quien a principios del siglo
XVII defendió y propulsó el idioma guaraní.
Los jesuitas consideraron imprescindible la inclusión de imágenes para
ilustrar el texto leído, teniendo en cuenta que la población era en su mayoría
analfabeta. Se presume que el texto era leído en voz alta por los “maestros” y
los catecúmenos se acompañaban, para su mejor comprensión, con imágenes
sueltas.
La mayoría de ellas fue copiada de la obra impresa en Amberes en el año
1684 e ilustradas por el grabador flamenco Gaspar Bouttats (1640-1695). Lo
hicieron con gran maestría, demostrando ductilidad en el uso de las
herramientas. Tuvieron la habilidad de reproducir elementos totalmente
desconocidos para ellos, como estilos arquitectónicos, palacios, puentes,
ropajes, el mar y barcos de gran calado.
Pero el gran mérito de los indígenas fue la reelaboración que hicieron
de las mismas. Invirtieron escenas, modificaron fragmentos y desplazaron
elementos. Lo más novedoso consistió en el agregado de imágenes propias y de
color local, como el jaguar, figuras de indígenas con arco y flecha y aspectos
de la selva misionera.
Las ilustraciones, de dispar resultado, dan cuenta de la intervención de
diferentes manos. Debemos destacar que sólo una de ellas lleva firma. Se trata
del retrato del prepósito de la Compañía, el General Tirso Gonzáles, que está
firmada por el grabador guaraní Joan Yaparí.
En 2010, y como homenaje a los doscientos años de la patria, la
Universidad Católica Argentina ha declarado a esta publicación como “Libro del
bicentenario”. Impulsó con la colaboración del Instituto Bonaerense de
Numismática y Antigüedades, de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y de la
Bolsa de Comercio de Rosario esta edición facsimilar.
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