EL NOMBRE DE
LA ROSA - UMBERTO ECO
Circulo de Lectores, Bs As, 1ra ed.1986, 20x12 cm, 519
pp.
Según Eco, si no hubiera existido el Gruppo 63 no habría
escrito El nombre de la rosa. El Gruppo 63, movimiento de neovanguardia
literaria al que perteneció el autor, perseguía una búsqueda experimental de
las formas lingüísticas y el contenido que rompiera con los esquemas
tradicionales. A ellos les debe «la propensión a la aventura «otra», al gusto
por las citas y al collage». En aplicación de su propia teoría literaria, El
nombre de la rosa es una opera aperta, una «novela abierta», con dos o más
niveles de lectura. Llena de referencias y de citas, Eco pone en boca de los
personajes multitud de citas de autores medievales; el lector ingenuo puede
disfrutarla a un nivel elemental sin comprenderlas, «después está el lector de
segundo nivel que capta la referencia, la cita, el juego y por lo tanto sabe
que se está haciendo, sobre todo, ironía.» Pese a ser considerada una novela
«difícil», por la cantidad de citas y notas al pie, o quizás incluso por eso,
la novela fue un auténtico éxito popular. El autor ha planteado al respecto la
teoría de que quizás haya una generación de lectores que desee ser desafiada,
que busque aventuras literarias más exigentes.
La idea original de Eco era escribir una novela
policíaca, pero sus novelas «nunca empezaron a partir de un proyecto, sino de
una imagen. (···) De ahí la idea de imaginar a un benedictino en un monasterio
que mientras lee la colección encuadernada del manifesto muere fulminado».
Extensamente familiarizado y apasionado del medioevo por anteriores trabajos
teóricos, el autor trasladó esta imagen de modo natural a la Edad Media, y se
pasó un año recreando el universo en que se desarrollaría la trama: «Pero
recuerdo que pasé un año entero sin escribir una sola línea. Leía, hacía
dibujos, diagramas, en suma, inventaba un mundo. Dibujé cientos de laberintos y
plantas de abadías, basándome en otros dibujos, y en lugares que visitaba.». De
ese modo, pudo familiarizarse con los espacios, con los recorridos, reconocer a
sus personajes y enfrentarse con la tarea de encontrar una voz para su
narrador, lo que tras repasar las de los cronistas medievales le recondujo de
nuevo a las citas, y por ello la novela debía empezar con un manuscrito
encontrado.
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