EL MEDICO Y LA
GENTE - FLORENCIO ESCARDO
Ed Roche Bs
As 1ra ed.
1949, 18.5x13.5 cm, 38 pp.
Florencio Escardó fue un hombre comprometido
emocionalmente con aquello que creyó justo. Un intelectual implicado con la
medicina sanitaria, la política, la educación; con todo aquello en que la voz
del hombre estuviese involucrada con su impronta humana, como sinónimo de
perfección moral. Y sobre todo fue pediatra. No un médico de niños: pediatra,
como le gustaba que lo llamasen y lo recordasen en la posteridad, pues, decía,
la pediatría es la medicina del hombre y le incumbe todo lo que a cuidado y
encauce físico se refiere (alimentación, higiene), y todo lo que a cuidado y
encauce psicosocial se refiere (regulación afectiva de la vida familiar).
La sala 17 del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez
en la que el doctor Escardó desarrolló las grandes innovaciones de la pediatría
en la Argentina, sería recordada como el epicentro de la medicina humanizada.
En aquellas primeras incursiones en que las madres de bajos recursos se internaban
junto con sus hijos para que la recuperación del niño no fuese traumática,
Escardó habría de desplegar uno de los argumentos más lúcidos que se le conocen
en cuanto a la defensa de su ideal. Ante el revuelo y el desorden que causaba
este nuevo tipo de modalidad hospitalaria, pues todas las madres querían
internar a sus hijos en la sala dirigida por Florencio, el director del
hospital le pidió explicaciones al jefe de la 17, que justificasen el alboroto
que había provocado por internar a las madres junto con los pacientes. Escardó
lo miró fijo. Déme un argumento razonable de por qué no debo hacerlo, le
contestó. El portazo que sonó de tras de él, habría de cerrar innumerables años
de abandono y “hospitalismo” en los niños, temática que supo desarrollar junto
a Eva Giberti, su esposa, en una obra referencial sobre la conducta médica que
recorrería el país y que abriría una nueva forma de observar un fenómeno que
nadie había podido advertir.
Escardó pertenece a esa generación argentina que fue
dominada por la mano de hierro de la llamada República Conservadora, con su
modelo agroexportador que alimentaba con granos y carnes a una Europa
preocupada por la producción a destajo de bienes y servicios.
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