sumamente tedioso. También era un puritano que orillaba el exabrupto. Otras veces era un autor tan inentendible y soporífero que invitaba no solo a cerrar sus libros, sino también a estamparlos contra la pared. Viñole construyó una profusa bibliografía, tan simpática como poco útil, en base a la técnica de hablar sin decir absolutamente nada. A Viñole todo le salió mal, incluso después de muerto; nadie se acuerda de él, y sus libros no volvieron a encontrarse en ningún lado, en particular porque nadie los buscó. Ejemplar disponible