Caro Raggio Editorial, Madrid, 1ra edición 1922, 17x12, 229 p. Tapa
blanda, rustica, ejemplar usado, excelente estado. Con firma anterior
propietario.
Nació en Barcelona (1882), se inclinó en sus primeros tiempos al
pragmatismo, pero pasó bien pronto a la erección de una «filosofía del hombre
que trabaja y que juega», en la cual la «sabiduría» es considerada como el
único acceso posible a la realidad que toda filosofía busca: al universal
concreto, esto es, a la esencia universal que es al propio tiempo una
existencia. La afirmación decidida de la «sabiduría» o de la «inteligencia» (el
seny) en que se resume la tendencia que el propio autor ha llamado
novecentista, ha sido proseguida por D’Ors en sus trabajos posteriores,
encaminados a una filosofía igualmente alejada de lo formal y de lo material
concreto-sensible (equidistante, en sus propios términos, de la «logística» y
de la «fenomenología»).
Lo formal es, a su entender, tan insuficiente como lo
concreto puro y simple, que es informe y caótico. Pero este «término medio» superador
no es, como en la dialéctica de Hegel, una identidad de contrarios, sino una
armonía. Paralelamente desarrolló un contingentismo que le condujo a una teoría
del yo como «libertad» (en la fórmula religio est libertas estaba implicado
sobre todo este aspecto de su pensamiento). De este modo lo irracional no era
negado, pero sí «colonizado».
Esta colonización del Pan por el Logos se
manifiesta en diversos terrenos: en la física se trata de las leyes; en la
realidad histórica, de los «constantes» o «eones»; en la vida humana misma, de
los «ritmos» o edades del hombre entendidos como «estados» y no como
«cronologías». De este modo se introduce el imperio del Orden y de la «razón
armónica» –conducida por la «sabiduría»–, de acuerdo con la tradición helénico-cristiana
centrada en una philosophia perennis. Sobre este supuesto se edifican los
motivos particulares, tanto el de la morfología de la cultura, como el de la
angelología fundada en la teoría de la personalidad. Pero, a la vez, estos
motivos se articulan en el sistema total de la filosofía. Este sistema se
divide en una Dialéctica, en una Poética y en una Patética y cada una de estas
disciplinas repite, desde su propio ámbito, el mentado predominio o
colonización ejercitada por la razón armónica. Así se cumple la reforma
copernicana, la cual no consiste en la transformación del sujeto en centro de
la realidad, sino en un continuo esfuerzo por reseguir geométricamente, y no
lógicamente, por medio del logos y no de la razón identificadora, la
complejidad de lo real.
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