LA PENA DE MUERTE
- A. CAMUS / A. KOESTLER
Emece,
Bs As,1ra edición, 2da reimpresión, 1972, 14x22, 216 p.
Rustica
editorial, tapa blanda, ejemplar sin uso, excelente estado.
El
valor de estos ensayos reside más que en el estilo de escritura en
la propuesta de sus autores. Ambos (Koestler y Camus) y Bloch-Michel
(a quién corresponde la introducción y algunos anexos de este
libro) abordaron el tema de un modo que denunciara la pena de muerte
en un contexto de entre guerras.
El
primer ensayo de Arthur Koestler fue escrito 1937 luego de que el
escritor se salvase de una condena a muerte en una prisión
franquista en Queipo de Llano. A pesar de evitar la condena muchos de
sus compañeros no tuvieron la misma suerte y es a partir de esta
experiencia que escribe Reflexiones sobre la horca, en el inicio de
este ensayo advierte “Tenía la intención de escribir de manera
simple y desinteresada, pero no pude: la indignación y la piedad me
arrastraron. Pensándolo bien, tal vez sea mejor así. La pena de
muerte no es sólo un tema de estadísticas o de sistemas, sino de
moral y sentimientos.”
Lo
anterior no le impidió a Koestler desarrollar su defensa a la
abolición de una manera razonable, sus argumentos están llenos de
estadísticas y de estudios, por ejemplo la pena de muerte nunca
demostró bajar las tasas de delincuencia o asesinato. Tampoco la
justicia que exigía la gente parecía ser una buena razón, teniendo
en cuenta que cerca del 98% de los que asistían a las ejecuciones
serían futuros condenados a muerte.
Otros
argumentos se enmarcan en otros principios que aún nos rigen.
Koestler duda de la libertad absoluta del hombre y del hecho de que
este deba elegir siempre “el camino correcto” como si tuviera un
esfuerzo moral sin límites. Reflexiona sobre a quienes realmente
deberíamos dejarle este problema, dudaba si los juristas eran los
más indicados, porque estos eran –y son- sólo defensores de la
ley más que del hombre. Alterar el orden de la naturaleza no es
posible y muchas veces los responsables de estos crimines no estaban
en todos sus cabales.
Todos
estos argumentos le parecieron interesantes a Albert Camus, quien
justamente retrató en El
extranjero cómo Meursault con los efectos de la
naturaleza -específicamente el sol- cometía un crimen sin pensarlo
demasiado. A partir del ensayo de Koestler y de una mala experiencia
de su padre al observar una ejecución escribe Reflexiones sobre la
guillotina donde cuestiona la necesidad de la ejecución de los
criminales y el hecho de que si la gente realmente quisiera que se
hiciera justicia de este modo asistirían a las ejecuciones en vez de
quedarse en casa y leerlo en los titulares de los periódicos. “La
sociedad no cree lo que dice. Si lo creyera realmente, mostraría las
cabezas. Concedería a las ejecuciones la publicidad que reserva
comúnmente a los empréstitos nacionales o a las nuevas marcas de
aperitivos”
Ambos
ensayos reflexionan sobre las cuestiones más complejas en torno a la
pena de muerte, su supuesta efectividad, la responsabilidad que recae
en quienes la permiten, dudar de la efectividad de las leyes. Lo
interesante al final es que sus argumentos siguen siendo contingentes
en la actualidad, sobre todo tomando en cuenta que no todos los
países han abolido esta pena y que en muchos de estos –pensemos el
medio oriente- no se aplican del modo más humanitario posible.
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