EL
SEXO, EL HOMINISMO Y LA NATALIDAD - Dr GOMEZ OCAÑA
Saturnino
Calleja, Madrid, 1ra edición 1919, 13x18, 148 p. Rustica editorial,
tapa blanda, leves manchas de oxido, ejemplar intonso, sin uso,
excelente estado.
José
Gómez Ocaña, catedrático de fisiología en la Universidad de
Madrid, se empeñaba en dotar al concepto de feminismo de un nuevo
significado en este libro publicado en 1919 dentro de una serie de
monografías médicas de carácter divulgativo alegando que
“feminismo es la exaltación de las naturales aptitudes de la bella
mitad del género humano”, las cuales son las relacionadas con la
reproducción. Por el contrario, “hominismo” seria la forma de
denominar “a las modernas aspiraciones de las mujeres que tratan de
igualar, alternar y suplantar a los varones en sus funciones cívicas,
profesionales y políticas”; (...) “hominista”, según esta
definición, habría que llamar a “la mujer que se sale de su casa
y de sus casillas; que aspira a concejal, o diputado, o ministro; a
médico, abogado o ingeniero femenino...”.
La
idea y el término hominismo que empleaba Gómez Ocaña tuvieron
aceptación entre los médicos de la época. Ramón y Cajal lo
utiliza en alguno de sus textos y Víctor Conill, catedrático de
ginecología en Barcelona, lo rebautiza en 1927 ante un auditorio de
médicos catalanes:
“existe
un problema social moderno, el feminismo, sobre el cual el ginecólogo
es, a mi modesto juicio, el más capacitado para informar y de hecho
asume esta misión situándolo en un plano sensato, biológico, muy
lejos de aquel masculinismo con que
suele
comprenderse y bajo cuya bandera lucha en diferentes países".
Para
Gómez Ocaña la mujer, considerada desde un punto de vista
anatomo-funcional, es ligeramente diferente del hombre, pues “sólo
diferencias de grado separan al hombre de la mujer”, advirtiendo
que a estos sutiles distingos no había que aplicarles lo que él
llamaba “juicio de calidades”, es decir, no había que entrar a
valorar lo que era superior o inferior, mejor o peor.
Morfológicamente, las diferencias quedaban limitadas a “los
órganos destinados a la generación”, mientras que los denominados
caracteres sexuales secundarios (pelo, barba, timbre voz, estructura
ósea, morbidez de formas, transparencia de la piel) no los
consideraba decisorios ni de primer orden, dado que su presencia no
estaría únicamente relacionada con las secreciones de las glándulas
sexuales y dado que con mucha frecuencia se encontraban caracteres
conceptuados como femeninos en varones y viceversa.
Se
preguntaba Gómez Ocaña:
“¿quién
no ha conocido varones con muy atenuados caracteres viriles
secundarios que, sin embargo, fueron padres de una numerosa prole?”,
y más adelante: "si en lo anatómico el hombre posee mamas
rudimentarias (que por excepción pueden desarrollarse y funcionar),
y en lo histológico puede ofrecer exuberante desarrollo del tejido
adiposo, lo mismo pueden encontrarse mujeres atletas, enérgicas y
hasta barbudas” Químicamente, las diferencias son más claras; el
autor desliza elementos abiertamente existas que contradicen sus
intentos de no jerarquizar lo masculino y lo femenino.
Para
Gómez Ocaña, en fin, la principal diferencia está en la capacidad
de la mujer para concebir, que marca su destino tanto si pare como si
no y concluye diciendo, con palabras de Margarita Nelken, que las
mujeres son “madres sobre todo”.
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