Grupo
Editor De Estudios Sociales, Rosario, 1ra edición 1974, 11x18, 107
p. Tapa
blanda con solapas, rustica editorial, ejemplar sin uso, excelente
estado. Con
introducción de Diego Abad de Santillán: El movimiento obrero
argentino ante el golpe de estado del 6 de setiembre de 1930.
Quesada,
que era de Bahía Blanca, publica el libro a través del movimiento
anarquista de Rosario y con una circulación restringida
El
joven albañil Joaquín Penina, de 29 años, vivía en una habitación
de pensión en calle Salta n.º 1581. El 9
de septiembre
de
1930 Penina fue detenido de manera ilegal junto a dos compañeros
suyos, Porta y Constantini. Quizá había un cuarto detenido, de
apellido González, desvinculado de toda actividad política. Por
motivos que no fueron esclarecidos (la policía no llevó ningún
registro), el 11
de septiembre
de
1930, la Policía libera a Porta y a Constantini. En cambio, a
Joaquín Penina lo llevaron a los barrancos del río Paraná junto al
Puente de Saladillo
donde
lo fusilaron. El Poder Judicial ―cómplice de la dictadura―
rechazó los hábeas
corpus
y
los recursos
de amparo
presentados
por los compañeros de Penina.
A
Penina lo sacaron de la cárcel con una ambulancia de la Asistencia
Pública. Sus compañeros pudieron reconstruir el trayecto: calle
Moreno, dos cuadras al este por Santa Fe, Dorrego hacia el sur varios
kilómetros hasta calle Ayolas, San Martín al sur, avenida Arijón
hacia el río Paraná; después de cruzar el arroyo Saladillo,
tomaron un camino de tierra de Pueblo Nuevo hacia el sureste.
Posiblemente lo fusilaron en las barrancas del Paraná. El cuerpo de
Penina nunca apareció, aunque dos años después una investigación
del diario Democracia
averiguó
dónde fue sepultado como cadáver NN. Este secuestro inauguraría la
tradición argentina de las desapariciones
forzadas de personas,
que alcanzaría su más brutal expresión en los años setenta.
Las
autoridades militares que se encontraban a cargo de la Jefatura de
Policía al momento del fusilamiento de Penina eran: el teniente
coronel Rodolfo Lebrero es quien dio la orden, el capitán Luis
Sarmiento, comandante de la quinta compañía del regimiento 11 de
Infantería, fue quien comandó directamente el fusilamiento y el
subteniente Jorge Rodríguez el que dirigió al pelotón y disparó
el tiro de gracia a la cabeza del fusilado.
El
capitán Sarmiento, que dirigió el fusilamiento, murió en un
atentado en el año 1932 cuando viajaba por una ruta provincial de
San Juan hacia El Marquesado. Según la investigación de Quesada, el
auto del Capitán fue interceptado por dos personas que lo apuntaron
con armas y le gritaron: «¡Acordate de Penina!».
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