GALILEO GALILEI (TEATRO) –
BERTOLD BRECHT
Arte y Literatura, La
Habana, 1981, 19x13, 128pp. Tapa blanda, rustica editorial, ejemplar nuevo.
El Galileo de Brecht es
una obra que no termina de encajar en las tesis teatrales del autor. No tenemos
un héroe, como es de esperar, sino un conflicto fundamental entre verdad y
dogma, entre la retractación y la vida. Pero a lo largo de la obra, se percibe
que está en juego algo bastante más personal: no pocas veces se ha señalado que
Galileo es un cuasi reflejo del propio Brecht. Al fin y al cabo, la obra surge
de sus manos como una de las primeras en la situación límite del exilio. Un
científico, comprometido con la razón y la verdad demostrada, enfrentado a la
irracionalidad del dogma imperante que no es capaz de admitir las consecuencias
de algo como el telescopio. Un intelectual que debe apostar por su vida o por
la, en aquel entonces, herética evidencia matemática, y que debe exiliarse,
renunciar ante la autoridad, para perseverar en su vida y su ciencia.
Para Brecht, el verdadero
descubrimiento inicial, tan problemático, de Galileo, no es la afirmación de
las tesis de Copérnico, sino la negación del sistema aristotélico-ptolemaico
que quemó a Giordano Bruno: no hay estrellas fijas ni bóveda de cristal que las
sujete, ni tampoco se ve a dios por allá arriba. No
es el aplaudir el nuevo descubrimiento, o la terquedad doctrinaria, sino la
consecuencia de ”abolir los cielos
aristotélicos, Ptolemaicos, bíblicos”. La defensa astronómica de la Iglesia
deriva en tintes morales y humanos: si la tierra no es el centro, si es un
vulgar astro más dando vueltas como los demás, significa que el hombre no es
tampoco el centro del Universo ni de la creación, que dios no es justo con él,
que el hombre no encontrará sentido a sus sacrificios y fatigas. Dicho de otro
modo, Galileo se enfrenta al geocentrismo, que le acusa de arrebatarle al
hombre su posición digna y regia de toda la creación. Esto da pie a Brecht para
inducir en Galileo ciertos pasajes más políticos e ideológicos que científicos,
una especie de “humanismo científico” que recorrerá el resto de la obra. El tema de los campesinos y la servidumbre, está
presente en el pensamiento del personaje de Galileo. Frente al azotar al
trabajador extenuado, Galileo llega a asegurar el poder “alborotar” a los
campesinos “induciéndoles a pensar”. Y el tema aparece en diversas ocasiones,
entremezclándose con la continuación de la “revolución copernicana”. Es decir,
la idea de revolución científica, religiosa, social y trabajadora, la “lucha de
clases”, la represión, van cobrando forma sin explicitarse de modo concreto. Para el Galileo de Brecht, el mismo que
retractado, escribe y oculta los “discorsi” como un perseguido -y a Brecht le
quemaron toda su obra en aquella Alemania-, resultará más difícil predecir los
movimientos de los príncipes que los movimientos de los astros. Se convierte
así para el autor en un símbolo, no sólo de la revolución científica del
momento, sino, sobre todo, de la social contra la opresión, contra la
distorsión de la realidad. El abismo que señala Brecht en las palabras de
Galileo no es sino el abismo dialéctico que separaba, para Marx, cada vez más
violentamente, a las clases enfrentadas. La ciencia y la intelectualidad, para
el dramaturgo, no deben colaborar en formar la “falsa conciencia” ideológica,
ni asentarse sobre la ignorancia; no pueden vivir para sí mismas, sino para el
pueblo.
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