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jueves, 16 de mayo de 2013

GALILEO GALILEI (TEATRO) – BERTOLD BRECHT


GALILEO GALILEI  (TEATRO) – BERTOLD BRECHT
Arte y Literatura, La Habana, 1981, 19x13, 128pp. Tapa blanda, rustica editorial, ejemplar nuevo.

El Galileo de Brecht es una obra que no termina de encajar en las tesis teatrales del autor. No tenemos un héroe, como es de esperar, sino un conflicto fundamental entre verdad y dogma, entre la retractación y la vida. Pero a lo largo de la obra, se percibe que está en juego algo bastante más personal: no pocas veces se ha señalado que Galileo es un cuasi reflejo del propio Brecht. Al fin y al cabo, la obra surge de sus manos como una de las primeras en la situación límite del exilio. Un científico, comprometido con la razón y la verdad demostrada, enfrentado a la irracionalidad del dogma imperante que no es capaz de admitir las consecuencias de algo como el telescopio. Un intelectual que debe apostar por su vida o por la, en aquel entonces, herética evidencia matemática, y que debe exiliarse, renunciar ante la autoridad, para perseverar en su vida y su ciencia.
Para Brecht, el verdadero descubrimiento inicial, tan problemático, de Galileo, no es la afirmación de las tesis de Copérnico, sino la negación del sistema aristotélico-ptolemaico que quemó a Giordano Bruno: no hay estrellas fijas ni bóveda de cristal que las sujete, ni tampoco se ve a dios por allá arriba. No es el aplaudir el nuevo descubrimiento, o la terquedad doctrinaria, sino la consecuencia de  ”abolir los cielos aristotélicos, Ptolemaicos, bíblicos”. La defensa astronómica de la Iglesia deriva en tintes morales y humanos: si la tierra no es el centro, si es un vulgar astro más dando vueltas como los demás, significa que el hombre no es tampoco el centro del Universo ni de la creación, que dios no es justo con él, que el hombre no encontrará sentido a sus sacrificios y fatigas. Dicho de otro modo, Galileo se enfrenta al geocentrismo, que le acusa de arrebatarle al hombre su posición digna y regia de toda la creación. Esto da pie a Brecht para inducir en Galileo ciertos pasajes más políticos e ideológicos que científicos, una especie de “humanismo científico” que recorrerá el resto de la obra. El tema de los campesinos y la servidumbre, está presente en el pensamiento del personaje de Galileo. Frente al azotar al trabajador extenuado, Galileo llega a asegurar el poder “alborotar” a los campesinos “induciéndoles a pensar”. Y el tema aparece en diversas ocasiones, entremezclándose con la continuación de la “revolución copernicana”. Es decir, la idea de revolución científica, religiosa, social y trabajadora, la “lucha de clases”, la represión, van cobrando forma sin explicitarse de modo concreto. Para el Galileo de Brecht, el mismo que retractado, escribe y oculta los “discorsi” como un perseguido -y a Brecht le quemaron toda su obra en aquella Alemania-, resultará más difícil predecir los movimientos de los príncipes que los movimientos de los astros. Se convierte así para el autor en un símbolo, no sólo de la revolución científica del momento, sino, sobre todo, de la social contra la opresión, contra la distorsión de la realidad. El abismo que señala Brecht en las palabras de Galileo no es sino el abismo dialéctico que separaba, para Marx, cada vez más violentamente, a las clases enfrentadas. La ciencia y la intelectualidad, para el dramaturgo, no deben colaborar en formar la “falsa conciencia” ideológica, ni asentarse sobre la ignorancia; no pueden vivir para sí mismas, sino para el pueblo.

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