LOS
TREINTA DINEROS (1raed firmado) WERNICKE ROSA
Libreria
y Editorial Ruiz, Rosario, 1ra edición diciembre 1938, 23x15, 302
pp. Tapa blanda, rustica original de editor, ejemplar usado,
excelente estado. ISBN sd
Primer
libro de Wernicke publicado en Rosario. Este libro mereció el Primer
Premio Asociación Artística del Magisterio a obra publicada. La
tapa de esta edición por el sello editorial Librería y Editorial
Ruiz fue ilustrada por el artista plástico rosarino Julio Vanzo,
ilustrador de la editorial y compañero de vida de la escritora, a
quien retrató en varias ocasiones. El libro es un reencuentro con
una galería de losers entrañables. En las mínimas, íntimas
tragedias que cuentan los cuentos de Rosa Wernicke, no es tanto lo
peor como lo mejor de los hombres o de las mujeres lo que los lleva
al desastre. No sólo la bohemia sino el talento le juegan una mala
pasada al pianista Pinkas Ridel; no sólo la obsecuencia sino la
lealtad aplastan al oficinista Adrián Vallejos (que combina rasgos
del burócrata de Gogol, el escribiente de Melville y el Georg
Bendemann de Kafka); no sólo la excentricidad sino la dicha ajena
dejan fuera del mercado al funebrero Sebastián Palma; no sólo la
tozudez sino la gratitud prostituyen a la viuda Catalina, no sólo el
vicio sino la honestidad despojan al dostoievskiano jugador Federico
Marlens, no sólo la dejadez sino el ser buen hijo estrujan el alma
del triste Martín, no sólo la ineptitud sino el ser buen padre
humillan al pobre Eugenio.Algunos
son buenos en el fondo, como el boticario Joab Fraortes, cuya
aceptación del destino se deja leer en la tradición de estoicismo
del novelista español Pío Baroja. Incluso el nombre del personaje
es legible en clave, anagrama quizás de "Frates Baroja".En
1938 eran tiempos difíciles, tiempos de derrota para el sindicalismo
obrero. "Ya no podemos ni siquiera reunirnos con tranquilidad.
Si no es algún canalla pagado para que arme disturbios en nuestras
reuniones, es un espía traidor que viene a huronear para descubrir
quiénes son nuestros jefes", escribe Wernicke en el cuento que
da título al libro. Pero a diferencia de la verdad desnuda que pintó
Courbet en el siglo anterior, la verdad en Wernicke siempre está
vestida, incluso literalmente. "Un traje claro, tropical"
le roba la paz a Miguel, el obrero que teme traicionar su identidad
de clase. Rodeados del aura del fetichismo de la mercancía, los
objetos en Wernicke son personajes, como los alimentos en los
bodegones de Vanzo.
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