Ejemplar
usado, excelente estado.
Hacia junio de 1966, el comodoro retirado Juan José Güiraldes, director
de la revista Confirmado y sobrino de Ricardo Güiraldes, decía: “Si para
salvar…la constitución, un nuevo gobierno debe negarla de inmediato, habrá que
optar”. Era la confirmación de que el golpe estaba en marcha, tanto que
finalizaba su nota advirtiendo: “…creo que sólo un milagro salva a este
gobierno”. El 28 de junio de 1966, el gobierno
de Illia cayó como una fruta madura. El general Julio Alsogaray, de grandes
contactos con la diplomacia norteamericana, desalojó personalmente al
presidente de la Casa Rosada, tras un tenso careo en los despachos. Apenas
alguna manifestación en Córdoba intentó detener lo inminente. Illia no era el
hombre fuerte que buscaban los sectores del poder, alguien que pudiera encarar
una profunda transformación. Detrás suyo había emergido el general Juan Carlos
Onganía.
Semanas después del golpe, desde la revista Extra, el periodista Mariano
Grondona alegaba: “Detrás de Onganía queda la nada. (...) Onganía hace rato que
probó su eficiencia. La de su autoridad. La del mando. Si organizó el Ejército
(...) ¿por qué no puede encauzar el país? Puede y debe. Lo hará”. Tres años más
tarde, también Onganía saldría eyectado de la Casa Rosada.
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