RELATOS PORTEÑOS - BERNARDO KORDON
Circulo de Lectores, Bs As, 1ra edición 1982, 20x12.5,
379 pp. Tapa dura de tela editorial, rustica original de editor, ejemplar usado, excelente estado. ISBN 950190007x
Bernardo Kordon fue uno de los escritores más emblemáticos de mediados
del siglo pasado. Sus cuentos y relatos se inscriben en lo más alto de la
literatura social que dio este país. Se lo encasilló dentro de la corriente
denominada neorrealismo urbano. Lector voraz de los clásicos rusos,
sobre todo del cuento -que fue su verdadera escuela-, sus autores predilectos
eran Máximo Gorki y Anton Chejov. En sus comienzos, supo pertenecer a un grupo
literario llamado Asociación de Jóvenes Escritores, allí se entremezclaba con
escritores comunistas y anarquistas cercanos al grupo de Boedo.
A mediados de la década del treinta comenzó a escribir en la revista
Leoplán, que por ese entonces publicaba muchos cuentos. Luego llegarían los
años en los que dirigiría la revista Capricornio.
Todos sus personajes eran eternos
perdedores. Proletario concienzudo, viajero incansable, lo que le permitió
describir con firmeza a los marginales de la gran ciudad y al otro también,
"al urbano", que se tambalea en las orillas de la provincia. A Kordon
solamente le interesaba el hombre común, el antihéroe. "He conocido
hombres y no héroes. No me interesan como tales. Y por eso mismo no siento la
necesidad de meter héroes en mis obras", dijo alguna vez. Kordon tiene
toda una vida de cuentos. Sus interminables viajes lo llevaron hasta la China,
donde fue uno de los pocos argentinos que entrevistó a Mao.
El mundo de la literatura, tan elitista
como siempre, lo marginó y no le dio el reconocimiento que merecía. En su
momento, los semidioses de la lapicera se burlaron de él, "los onanistas
de las letras" lo ningunearon, los editores de avanzada lo borraron del
"mapa narrativo" como en su momento a muchos otros como Di Benedetto,
Wernicke o Constantini. Lo calificaron de cuentista para minimizarlo -a pesar
de haber escrito media docena de novelas-, y él respondía "si me la pasé
contando cuentos toda la vida". Da la impresión que por estos lugares, si
el escritor no está rodeado por el círculo áulico de la obsecuencia, no puede
trascender. "Ellos" hasta se mofaron de su lenguaje coloquial, de su
realismo, de su crítica social, como hicieron con Soriano y tantos otros.
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